Secundino Esnaola.
Director de coros. Nació en Zumarraga (Gipuzkoa), el 21 de mayo de 1878. Murió en Donostia-San Sebastián, el 22 de octubre de 1929. Quedó huérfano de padre a corta edad y convivió con unos tíos. Antes de cumplir siete años cantaba como tiple en el coro de la iglesia parroquial, y del organista de la misma, Juan Leturia, recibió aleccionamientos de solfeo. Por entonces conoció e hizo amistad con Nemesio Otaño, que a la sazón tenía ocho años. A los catorce, mediante una beca, enviaron a Secundino a Salamanca, a estudiar Humanidades; siete años permaneció en la ciudad nombrada sin sentir la menor vocación mas sí una intensa afición musical y, como contaba: “Arañaba en el canto llano y dirigía a los tiples”. En 1900 alcanzó una sochantría en San Vicente de San Sebastián, dotada con la cantidad de tres pesetas con cincuenta céntimos, pero el cargo llevaba inherente la obligación de terminar la carrera sacerdotal. Merced a gestiones que llevó a cabo su maestro de canto José Sotero, quedó exento de la obligación de referencia. Con el organista de San Vicente, Bonifacio Echeverría, cursó Esnaola armonía y contrapunto, y no tuvo más profesores. Ahora bien, solía afirmar: “De quien aprendí mucho fue de Joshé Mari Usandizaga. ¡Sabía tanto el pobre!”. Cuando Secundino hablaba así, el inolvidable autor de Mendi-Mendiyan había muerto. El 1 de setiembre de 1902 se presentó como director del Orfeón Donostiarra; se elogió su forma de dirigir y la delicadeza de matices que obtenía de la agrupación. En 1906 nombraron a Esnaola profesor de solfeo y canto de la Academia Municipal de Música de la Bella Easo. De 1903 a 1906 hizo triunfar al Orfeón en reñidos concursos y en años posteriores amplió su repertorio y lo convirtió en coro mixto que le permitió abordar las más grandes obras sinfónico-corales. Si bien la mayor parte de su tiempo se lo absorbían el Orfeón y sus clases de la Academia, compuso diversas obras corales, todas ellas interpretadas por el conjunto de su dirección y que engrasan los repertorios de todos nuestros orfeones.